humberto rey v

humberto rey v

domingo, 30 de noviembre de 2014

Creencias

Ya llegó el otoño vivencial. Las cosechas se cogieron y lo que no fue se esfumó.
 Empieza a entrar el frío de lo ignoto,  por  la piel y el espíritu  pero no puedo desarraigar  estas preguntas:
  ¿Cómo aprendí a pensar?
¿Qué  proceso  fue estratificando y acumulando  las ideas y valores humanos  que nos  caracterizan y definen?
 Como decía Heráclito en su comparación del rio que pasa con el fluir vital  cada día soy otra persona diferente  si me comparo con la de ayer.
En cada recodo  del fluir vivencial  corre un agua diferente  que aunque  tiene la formula química del agua,  a veces arrastra sales minerales de las orillas, en otras ocasiones lleva ramas que caen de los árboles, o arrastra pedazos de seres vivientes que fueron pero ya no son y cada una de estas particularidades imprimen un color y una tonalidad especifica que caracteriza cada una de las corrientes  del  humano.
 Hay dos fuerzas  que nos definen como  personas por un lado están las ciencias naturales  incluyendo la biología, química, física en donde la razón  y la ciencia y tecnología siempre tienen explicaciones  y por el otro lado  los valores humanos,  las emociones, el humor, la ternura son el otro componente de lo humano.  Allí  la razón trastabilla al tratar de someter estas características humanas no científicas  a la lógica y a la investigación aunque sean muchos los avances logrados al tratar de conectar valores humanos con nuestro sistema nervioso como lo recuerda el premio nobel en medicina 2014 sobre el GPS incorporado que se ha descubierto para nuestra orientación temporoespacial y la de otras especies.
Ese vacío en conocimientos, casi total en los animales, se disminuye a grandes pasos en los humanos pero se puede aseverar que  estamos incipientes en razonamiento y lógica. De ese faltante  aparecen mitos, leyendas, alegorías, teología y filosofías explicatorios de lo ignoto con lo ignoto que por supuesto se vuelven imposibles para la razón. 
Algunos dicen que nunca la conciencia y mente humana llegaran a conocer la verdad de  esas causas ultimas si es que existen.
No me acuerdo de lo que pensaba en el vientre de mi madre pero desde siempre guardo un grato recuerdo de ese lugar. Es posible que ese placer sea un espejismo de esos remotos momentos en que mi mirada se encontró con la  de  ella cuando  reía  de emoción por estar a mi lado en mis primeros movimientos en el planeta tierra. Ella alguna vez me contó que su leche fue mi alimento primordial en los primeros meses y la blancura de su seno fue con seguridad el primer color amoroso que impresionó  mi retina.
Mientras mi ego de aprendiz   biológico se adentraba en las acciones necesarias para sobrevivir durante  los  meses de los primeros tres  años de vida enseñándome a  comer, dormir, sentir, evitar el dolor, pedir y llorar, expulsar los rezagos de mi combustión vital, moverme, sentarme y caminar la conciencia se insinuaba y permanecía escondida porque   carecía  de facilidades para expresarse.
De esos tiempos recuerdo las historias, que por dulzura  después de pasados esos años,  relataron mis padres y familia.
Según ellos y mis recuerdos  la primera silaba  que dije a los siete meses fue Ma. Después  brotó Pa, agua y tetero.
 Desde  temprano  mezclé las emociones del afecto infantil  con las necesidades de crecer y sobrevivir con la comida y es posible que estas uniones constituyan en forma personal los primeros vínculos entre la biología evolutiva y la cultura personal.
Hay un periodo de tiempo, entre los dos y los cuatro años, cuando las frases empezaban a formar sujetos y predicados  en donde mi conciencia permaneció   obnubilada y a pesar de que se dan  remembranzas estas son confusas  en medio de neblinas y brumas.
 Aparece en mis recuerdos  de ese entonces  una linda  señora vecina de la casa familiar,  que tocaba  el piano y me sentaba en una pequeña silla de niñito a que la oyera para  acariciarme y consentirme luego de que ya no se oían las notas musicales.
Al corroborar mis  apuntes mentales lejanos y compaginarlos  con los de mi madre  coincidían. Esto sugiere que mi apertura desde el interior hacia el ambiente se dio cercano a los tres años de edad.
La casa familiar lindaba con un parque pequeño en donde volaban bandadas de palomas. Las leyendas borrosas se iniciaron  en la histórica villa del Socorro santandereano.
 Mi GPS mental  funcionaba en la conciencia hacia los tres años. Desde entonces y  hasta ahora los relojes atómicos incorporados en mi sistema nervioso central   necesarios para que  funcione una buena orientación utilizaron mis espacios consecutivos  en las aldeas, pueblos, ciudades y metrópolis donde viví, para dejarme gozar de las dimensiones  temporo espaciales.
Esos años  lejanos de la infancia estuvieron marcados por signos metafísicos que influenciaron  las primeras creencias e ideas infantiles y por supuesto la naciente y virgen lógica siempre revuelta con lo metafisico.
Los bautizos con agua bendita  borraban los pecados originales que habían sido cometidos miles de años atrás por los primeros hombres.
El año se media por efemérides religiosas que empezaban con la semana santa en donde se exaltaba al máximo el sentimiento de culpa latente en la comunidad, que había propiciado situaciones pecaminosas y terminaban en los días decembrinos donde nacía el niño Dios que al volverse hombre nos había venido a limpiar los pecados con el sacrificio de su vida humana.
 Las narraciones  sobre estos temas religiosos en donde se mezclaban ángeles de la guardia  que eran personales e intransferibles, con demonios  amenazantes que se veían más en las noches obscuras constituían los inicios sensuales   de nuestras imaginaciones infantiles hacia el reino de la fantasía y de lo invisible siempre presente en relatos y narraciones  que aguantarían el paso del tiempo y se incrustarían en nuestras conciencias y cerebros en símbolos  casi indelebles.
De esos primeros  años vienen algunos prejuicios de mi  conciencia posterior, como aquel que me apareció acerca de la maldad  de los judíos  porque en los pasos de las procesiones de semana santa ellos tenían cara de perversos cuando clavaban a Cristo en la cruz o ese otro de que los castigo corporales limpiaban las faltas cometidas como lo acreditaban los penitentes que se flagelaban entre sí en la semana santa para purificarse de los pecados.
Para borrar esas grabaciones de mi disco mental duro en realidad tuve que hacer grandes esfuerzos en épocas posteriores vitales y a veces me queda la duda si lo logre del todo.
A esas experiencias conceptuales que navegaban en otros mundos, cielos e infiernos se unieron los conocimientos adquiridos en la escuela donde los rudimentos del saber natural empezaron a juntarse con Pinocho, la bella durmiente, Caperucita Roja y el lobo feroz que ya me habían imbuido valores humanos en sus relatos.
 El mapa de Colombia con su Bogotá capital lejana, sus océanos, Santander y Bolívar complicaron el tablero histórico y geográfico  donde se escribían las creencias.   La aritmética elemental introdujo los símbolos.
Se mencionaban a los siete años las ciencias sociales, las ciencias naturales, la religión, la historia.
Todo se recitaba y memorizaba. Los análisis y dudas no existieron para nosotros en la escuela primaria y las palmas de aplauso  eran para los recitadores  que no cuestionaban.
Predominaban en las ideas infantiles las verdades incuestionables y los dogmas.
 La creatividad tendía a volar hacia las fantasías y hacia lo literario teniendo de trasfondo las leyendas bíblicas y las fabulas con sus animales con cualidades humanas como el gato con botas o Rin Rin renacuajo.
 Se  instalaron en mi neurología  dos formas de pensar:
En la primera  o intuitiva casi automática  se entronizaron  creencias  influenciadas por la tradición familiar, las ideas religiosas judeocristianas y las practicas comunitarias de diferentes etapas vitales desde el nacimiento hasta la época actual. En esta intuición ya estaban marcados mis valores morales y éticos. Su ligazón emocional es tan fuerte que predominan con frecuencia en mis pensamientos y expresiones aunque no se puedan comprobar por la racionalidad. Este pensar define lo bueno y lo malo, es más emocional  y ligado a procesos y hechos no  comprobables. Aquí esta lo sagrado, ignoto, y  el pensamiento místico que hay dentro de mí.
La segunda forma de pensar lenta, elaborada y difícil es llena de racionalidades, más creativa y deductiva pero tiene menos emociones y por ello la desprendo con  facilidad de la conciencia a veces por intuiciones y otras por negaciones sin ninguna lógica, tan solo por conveniencia.
Quizás para ser humanos necesitemos en forma inevitable la mezcla de ideas racionales y creencias ancestrales.
 La verdad es que estas últimas cada vez ceden mayor terreno a los conocimientos científicos. Pero  hay que reconocer que el motor personal de  las investigaciones esta en  esa fuerza un poco sagrada que se agazapa  entre la ignorancia,  la revelación religiosa y la tradición oral y escrita familiar, grupal y comunitaria.
Entre lo sagrado y la visión mística  del universo y la cosmovisión científica no debe existir una guerra  destructiva porque la una y otra forma de ver las cosas pueden complementarse mientras no se confundan los dogmas  religiosos con comprobaciones racionales demostrables y mientras no se pretenda poner a un ser superior personal como asesor en estudios para comprobar verdades en las ciencias objetivas naturales y biológicas.
Creo que el pensamiento intuitivo rápido facilita la supervivencia, y la reproducción en el ámbito biológico y la trasmisión de valores humanos entre los cuales quizás los más importantes sean los éticos y morales.
 La racionalidad de la corteza prefrontal sin embargo debe poner su sello en todos los casos en que pueda hacerlo y esta debe ser la conjunción a buscar siempre entre el  sentimiento religioso y el  científico.
Se podría postular que lo sagrado o desconocido cede terrenos  con el avance de la ciencia y la tecnología aunque es posible que si desaparecieran todos los misterios y preguntas en el hombre del futuro quizás perdería su humanismo para volverse un robot  y esto mismo podría ser el final de la especie humana como tal para conformar un ciberpersona diferente a lo que ahora nos caracteriza.
Por esta razón la existencia de un ser sobrenatural siempre permanecerá como posible mientras lo humano sea.
Otra cosa diferente es la persistencia de las religiones y sus cultos,  con sus dioses antropomorfos con relaciones personales  con cada uno  de nosotros. Ellas sí podrían dejar de existir y de hecho miles de ellas han desaparecido cambiándose por otras a medida que el conocimiento humano las considera incompatibles con el momento correspondiente. Piénsese en los animismos o en aquellos tiempos en donde el sol y la luna o la tierra eran los dioses o  en los dioses griegos y romanos o persas que se  trasformaron en Ala, Jesucristo o Zoroastro.
El afán de incorporar la ciencia, la tecnología y los nuevos planteamientos cognitivos  a las creencias religiosas es una de las grandes necesidades  del mundo moderno y estoy convencido que la religiosidad sobrevivirá si puede incorporar los nuevos conocimientos presentes.
La evolución y selección naturales han puesto las primeras ideas para responder las preguntas inmensas ¿De dónde venimos y hacia dónde vamos?
¡Que son de mucha importancia en cualquier creencia humana!

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario