La medicina
desde siempre ha estado ligada a los conocimientos prioritarios de los seres
humanos.
Es muy
probable que las primeras preguntas del homínido que empezó a pensar las
resolvieran los múltiples mitos y leyendas sobre la creación como lo hicieron
los relatos de Gilgamesh, los de Adán y
Eva y las miles de crónicas que cada comunidad naciente se hacían a cerca de
dónde venimos y para dónde vamos.
Aceptadas las respuestas simples pero
esclarecedoras el segundo interés de conocimiento debió centrarse en el afán de
supervivencia, reproducción y en la
protección y manejo de enfermedades y de la muerte. En ese instante tuvieron
que postularse los primeros principios sobre la salud y allí se delinearon postulados que podemos reconocer como de
medicina. Estaba todo conectado con los dioses que proporcionaban y ejecutaban
lo que los humanos no podíamos hacer. En la cúpula celeste o en las entrañas de
Gea estaban las respuestas de nuestros enigmas.
Tendrían que
pasar muchos siglos de prehistoria para encontrarnos con los saberes médicos
incipientes de Babilonia y Egipto.
Desde esos
remotos tiempos hasta el siglo 17 la medicina estuvo confinada a un ejercicio
que juntaba en gran medida aspectos mágicos, metafísicos y entre ellos
revueltos algunos descubrimientos de drogas encontradas en la naturaleza como
la quina y los digitalicos y procedimientos quirúrgicos elementales que se hacían
sin anestesia, con sangrados masivos y sin tener idea de porque se infectaban
las heridas operatorias.
La ciencia
vendría a darle la mano al arte de curar desde el descubrimiento de los
microbios en el siglo XVII, aparecerían con Janner las vacunas y ya en el siglo
XVIII estaba establecida una Medicina Preventiva y Social, y una cirugía
posibles aunque con altas mortalidades y dolores.
La medicina
hacia 1800 estaba llena de compasión y consideraciones al paciente pero carecía
de tecnologías expeditas para que fuera exitosa. El medico era un compañero
ideal para el paciente a quien consolaba y acompañaba hasta su muerte.
Con la
mecánica de Newton como principio científico el arte y ciencia Hipocrática se
tecnificaron en los siglos XIX y XX mirando al ser humano como una máquina que
necesitaba ser reparada en cada uno de sus elementos u órganos. Cada ser tenia
bazo, hígado, cerebro, extremidades, corazón, y pulmones y en nuestras clases
de la facultad de medicina nos enseñaron a curarlos con bastante éxito como
puede apreciarse con las notable bajas en mortalidad y morbilidad que se han
logrado en el siglo XX.
Pero solo
ahora con la genética y su genoma, con la epigenetica, con la física cuántica y sus incertidumbres,
con la química organica integrada a la regulación del organismo y a los
mecanismos celulares, se empieza a ver claro que hay que enseñarle a los
médicos biología y evolución y funcionamiento de sistemas complejos, como la
vida lo es, para que puedan adscribir la salud y la enfermedad a miradas
holísticas en donde la suma de las partes del cuerpo humano, incluida su mente
y conciencia, no se equiparen al todo, que es más que ellas porque es un
sistema complejo que se inscribe en lo viviente que aun no ha podido definirse
en una forma perfecta.
El siglo 21
verá esa integración entre múltiples
ciencias nuevas y los valores humanos
indispensables para que nazca un nuevo currículo médico que satisfaga a la
tecnología, a la ciencia y al nuevo humanismo en donde caben todas las
civilizaciones receptivas.