humberto rey v

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domingo, 3 de mayo de 2015

Gersain Rojas profesor de ortopedia y vida

Cuando se habla de biología se mueren los animales en medio de la lucha por la vida y la sobrevivencia. Esas muertes tienen algo de epopeya como las que nos enseñaron en libros las conquistas de reinos desconocidos o las triunfantes o derrotadas revoluciones ideológicas humanas.
Pero si la indeseable, pero siempre acompañante, guadaña existencial revolotea por nuestro vecindario afectivo con su  mirada llena de enfermedad, disolución, dolor  y nada los sentidos se fruncen y estremecen ante la negada muerte, que todos en una u otra forma vivimos esquivando, pero que a veces nos  toca en forma dolorosa las fibras del afecto, del cariño y del amor humanos.
Nacemos para morir sin conocer si hay hados o solo azar en todas esas vivencias que llamamos existencia  llenas de bellezas con sus tintes de amargura, de placer y solidaridad humana.
Las cartas a jugar en el juego vital se reparten poco a poco desde el barajar genómico prenatal amoroso, hasta ese momento en que volvemos a jugar en el reino de la muerte mezclando los mundos de lo vivencial lleno de movimiento y gracia con el eterno silencio de los eones que nos han precedido y nos acompañaran en nuestra infinitud que interrumpe nuestra temporalidad breve pero llena de emociones, vivencias y detalles.
La vida que para muchos se reduce a sobrevivir, reproducirse y alimentarse en mi amigo, vecino y familiar se acrecentó hasta el punto que hoy sentimos, con inmensa nostalgia, su ausencia.
Las dimensiones de una persona  y su valor ante los otros la estructuran y conforman la responsabilidad social que se tenga con lo que nos rodean,  como hijos, padres, familia, ciudadanos, como seres humanos, siempre algo confundidos,  que al final construimos nuestra red en donde aprendemos a reír y a llorar abrazados como hombres   sociales y pensantes.
Por eso si el paso existencial está marcado con la ayuda y prestación de servicios a la comunidad que nos rodea al final nadie podrá desconocer que se lograron objetivos que nos dejan marcas indelebles, aunque a veces en nuestra impotencia humana solo podamos reconocer las excelencias logradas con lágrimas y gemidos lastimeros.
Las rosas en las tumbas nos muestran su belleza y nuestra labilidad vital. Los hijos y los nietos y familia son el testimonio con sus actuaciones y formaciones de que logramos parte del cometido vivencial al desgranar el generoso árbol fruto de nuestras semillas con el acontecer cultural necesario para humanizarnos, llenarnos de amor y dignidad por la existencia y sus responsabilidades históricas y personales.
Hoy lo digo con nostalgia y algunas lágrimas que  mi barco navegante errante no hubiera tenido su bamboleo rítmico si no lo hubiera compartido con este viajero que me lleno de sensibilidades positivas la mente y la conciencia. Aprendí en sus terrenos a domeñar mis idealismos con sus prácticas y a conocer que el dinero tiene su valor si se junta con la responsabilidad comunitaria y profesional.
En su consulta ortopédica primero estaban el dolor y el buen manejo de los pacientes y solo después se pensaba en la remuneración por un trabajo. Cuando esta no era posible el humanista le decía al financiero que callara y en silencio se repartían sanaciones sin hablar de ganancias.
Sus alumnos recuerdan que hacia malabares para enseñarles trucos de esos huesos homínidos  tan importantes para evitar que nuestros esqueletos nos impidan arrastrarnos sin posiciones vitales y sin estructuras sólidas. Él sabía que los hombres caminamos erguidos con la mirada al frente y no necesitamos cual gusanos reptar en el camino pero eso solo es posible con la permanente colaboración y solidaridad humana.
Para comprar la aceptación social se pueden usar dos caminos el de solo  dinero que no necesita de la historia para hacer sus transacciones y el de la dignidad humana y el respeto a los otros que necesita de los recuentos  que avalen  los acontecimientos y cualidades personales presentes. Mi amigo  escogió la  segundo vía para mostrarse a pesar de que las cifras monetarias nunca fueron uno de sus problemas y eso se llama riqueza del espíritu que es  más poderosa que la de las monedas rutilantes.
Su  vida ejemplar en muchas acepciones ha sabido dar frutos generosos para su núcleo familiar íntimo y para la sociedad del Valle y de Cali. Su profesionalismo deja semillas de humanismo en las tecnologías quirúrgicas que enseño y ejecutó con facilidad y sensibilidad. Su descendencia demostrará  que sus cosechas germinaron para embellecer y enriquecer el caudal de la vida cotidiana y sus emociones.
Pero siento un chasquido interior  de fractura del ánimo cuando noto que a pesar de todo lo que le digo y quiero el cada vez se envuelve en sus mantos biológicos de enfermedad  para llevar ese velo sutil ineluctable que hace que mis sentidos no lo capten.
Todos vamos hacia la inmovilidad infinita  Doctor Gersa pero mientras  vivamos  su recuerdo será imperecedero en la  memoria y los eucaliptos de sus fincas  dispersarán entre sus brisas los aromas agradables de sus sueños cumplidos y las risas llenas de triunfos de sus descendientes.