AUTENTICACION NOTARIAL
Casimiro
Cienfuegos había sido un estudiante notable aunque melindroso en las aulas
universitarias. Al graduarse de abogado su familia con influencias políticas le
había facilitado apropiarse del
notariado de una pequeña ciudad. Desde entonces sus traviesos ojitos dejaron de brillar con la legalidad de
los códigos para hacerlo con los pesos que caían por montones a sus arcas cada
vez más llenas de billetes y cheques.
Con dinero y poder quiso volverse un Juan Tenorio a su manera, aunque su cara mostrara falta de gracia y donosura y sus gestos, un
poco felinos, dejaran ver una ambición
desmedida.
Raquel Galindo, una bella modista que pasaba
todos los días por sus predios notariales,
fue el primer blanco en el que hizo diana su flecha erótica, con tan
buena puntería que a los nueve meses lloraba un rollizo Galindo entre sus brazos,
al que poco después las normas legales notariales, que el mismo enfatizaba, le
obligaron a apellidarlo y registrarlo como Cienfuegos. Por supuesto que sus finanzas, a pesar del oficio que ejercía se resintieron. Para colmo de males Raquelita, a
la que miraba como su gran conquista le comunicó que se iba con su Cienfueguitos
a prender otros fogones, porque estaba enamorada de alguien insignificante, que le daba
la talla a sus pretensiones, veleidades, expectativas sexuales y
caprichos.
Se dolió más de la cuenta Casimiro al oírla,
pero haciendo honor a su apellido, volvió a prender la mecha del fuego amoroso
y esta vez la conquista fue Ángela,
quien por sus cualidades y curvas hacia honor al grupo de querubines, serafines
y cortes celestiales de donde parecía provenir. Vivieron un romance
paradisiaco. Con la llegada de los años el feliz notable notario, creía que ahora todo marchaba sobre rieles porque entre los
dos amoríos él había tratado de colocar prevenciones y diques anticonceptivos para
que ningún llanto volviera a empañar la
lírica de sus eróticos momentos.
Esa Ángela
salida de una corte celestial pero al contrario de lo que dicen de los seres
etéreos llena de sensualidad y deseos, colmó de risas y canciones sus paseos por Europa y
el medio oriente. Entre ambos entretejían narraciones fantásticas para las
audiencias regionales. Parecían entre los efluvios de los vinos sus historias
salidas de la boca de Scherezada en “Las
mil y una noches”.
Viajaron en derroche de dineros y caricias
hasta los calurosos desiertos africanos en donde de varias formas declararon
sus emociones y robustecieron sus
pasiones entre besos llenos de arenas, guiados por hombres con turbantes bereberes y
recuas de camellos.
Pasaron cinco años y Casimiro se enamoraba cada vez más. Le rogó que se fueran a vivir juntos, para que la
rutina pusiera sus indelebles huellas
sobre los sentimientos fuertes. Ella quiso
en medio de su acaramelamiento darle una emoción fuerte. Se lo manifestó en una
fiesta de amigos. ¡Estoy embarazada Casimiro Cienfuegos! Este heredero, que será tu replicación
futura, nos dará más calor que el que
irradia tu apellido. No habrá rescoldos ni cenizas, ni tristezas porque la nueva vida que los dos entrelazamos
nos verá envejecer llenos de caricias, sinceridad y fidelidad.
Se unieron
en matrimonio porque la legitimidad es uno de los objetivos notariales y porque
el amor es su mejor testigo.
Los años
rodaron por los predios de la familia Cienfuegos, a veces en una forma lenta
rutinaria y en otras ocasiones llenos de pirotecnias y osadías.
El hijo de
Angelita perdió su inocencia prístina y se adentró por los caminos humanos llenos de vida,
esperanzas, risas, sueños y dolores.
Al paso de
los años los que lo conocen dicen que es un clon del notario Casimiro, con sus
cualidades y defectos. El cuya función consiste en testificar la verdad
para hacer todo autentico se ríe y confirma que su heredero tiene sus mismos
genes y resabios, por lo cual afirma no vale la pena amargarse la vida.
Hace dos
años en el testamento le legó sus bienes porque Casimiro está convencido que en
algunos casos el amor y la comprensión sobrepasan la fuerza de las leyes,
mandamientos y mimetizan las herencias humanas.
Ángela, que
ha perdido sus apéndices alados por su gordura,
conoce que las leyes de la paternidad son parte de la biología pero está
contenta que su hijo sea un Cienfuegos sin que se le tenga que reconocer como
pirómano gracias a la generosidad y tolerancia de su compañero parejo.
Las malas
lenguas de la ciudad pequeña dicen que el notario Cienfuegos tuvo un juego
amoroso y un fuego filial, pero no sabe dónde está el uno o el otro. El si lo
sabe y ríe con su humanismo que le enseñó la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario