En la niñez
nos enseñaban que el hombre culto era el erudito u otra acepción de la cultura
era la persona que no cometía baladronadas sociales.
Hoy en día
entiendo por cultura todos aquellos conocimientos que no se adquieren desde la
biología y que están ligados a los imaginarios en el lenguaje y las
comunicaciones.
Antes
dábamos por sentado que la única cultura posible era la humana pero hoy sabemos
que muchos animales tienen sus ambientes culturales en donde expresan sus
sentimientos y usan utensilios para sus rutinas vitales.
Cuando por
la mañana nos miramos al espejo vemos si estamos alegres o tristes en nuestras caras
y gestos. Este acto cultural lo compartimos con los chimpancés y bonobos que
también se observan y ríen ante espejos pero la diferencia está en que al
mirarnos nosotros pensamos que nos salen ya canas y arrugas y que en un futuro
no lejano ya no podremos mirarnos más en ese espejo porque la muerte llegara al
igual que llegaron las tempranas canciones de la cuna.
La biología
nos da las capacidades y fuerzas para sobrevivir y para reproducirnos igual que
se la proporciona a los millones de especies vivientes pero solo en los humanos
la cultura es capaz de sobrepasar los mandatos evolutivos y nos envía a los
terrenos del simbolismo, de la metáfora de las mentiras y verdades relativas y
para algunos como los fundamentalistas, de las absolutas para adentrarnos en el ámbito
humanista sellado con la dignidad humana que nos hace sentirnos como especie
privilegiada ya que es la única capaz de soslayar el futuro así sea en formas
efímeras y de retrotraer el pasado para que tengamos historia y contemos con
ella en la evaluación de nuestro drama y comedia vivencial.
Era fácil
buscar la dignidad antes anclada en edenes remotos y suministrada por seres superiores,
hoy en día la encontramos en el hecho difícil de contradecir por las evidencias
de que somos la única especie viviente capaz de mirar su existencia desde
épocas muy tempranas y de proyectarse a un futuro corto pero lleno de
satisfacciones, risas y bellezas cotidianas.
La cultura
logró la capacidad inmensa de comunicación que podemos gozar hoy y por fin
entendemos que aunque nos falta mucho por entender vamos avanzando poco a poco
hacia el esclarecimiento de fenómenos que parecían brotados de la magia y el esoterismo.
Las
epidemias hasta que aparecieron los microbios eran atribuidas a fuerzas
obscuras o a castigos para los humanos, la vida en su polimorfismo se ha
tratado de explicar en forma de leyendas desde la de Gilgamesh hasta lo que
ahora se insinúa que puede venir de otras latitudes del Universo, el Big Bang
reemplazó con pruebas repetibles a los días necesarios para la creación de la
tierra y su polifonía de vida que se narra en los libros sagrados de las
religiones.
La cultura
en cada rincón de la tierra permitió amalgamar las características locales
propias de cada geografía con las cosmovisiones y con los conocimientos,
científicos o no, existentes para hacer llevadera la vida personal y
comunitaria en las diferentes civilizaciones que irrumpieron sentidas y
pensantes en ambientes peculiares de pueblos con lenguajes diferentes.
La cultura
emanada de la biología a través del crecimiento del sistema nervioso y de sus
órganos de los sentidos fue las que nos dio las ciencias, las religiones, las
ideologías, los valores humanos de donde luego surgieron la moral y la ética,
el sentido del humor, el arte y el amor y la risa.
Por eso vemos
una secuencia en la adquisición de conocimientos. Primero estaba todo lo
metafísico para explicar lo que no entendíamos, luego aparecen los poderes
humanos con su geografía e historia, intercalados con las artes mitigadoras del
duro camino de vivir y al final la ciencia poco a poco llega hasta los rincones
olvidados del conocimiento y de los actos vitales para darnos respuestas, siempre consciente de
que su método es la prueba y el error y que el único dogma debe ser no aceptar
dogmas ni siquiera de ella cuando de explicar el planeta tierra y la vida se
trata.
En este
momento se estima que desde la
prehistoria hasta nuestros días están
vivos 1,8 billones de humanos y que se han muerto unos 100 billones de humanos
haciendo el cálculo desde la aparición
de los primeros Homo Sapiens hace unos 150000 años. Si uno de esos seres
humanos que vivieron hace 50000 años resucitara no dudamos que explicaría los
cohetes espaciales, las salas de cirugía, los teléfonos celulares y los
hospitales modernos como actos mágicos de potencias desconocidas y mayor seria
su asombro si pudiera siquiera imaginar la materia obscura o las energías
fuertes y débiles que rigen la materia. Alguien se atrevería hasta llamar todo
ello milagros. Pero estos conocimientos son el fruto de un proceso lento y
dispendioso que funciona cuando vemos las maravillas logradas en todos los
aspectos del bienestar de nuestra especie.
Casi todo lo
que tenemos de agradable en la vida tiene su toque cultural sin que olvidemos
que sus raíces son eminentemente biológicas y están asentadas en nuestra
sagrada ignorancia.
La
naturaleza y la cultura son el nicho ecológico de todas las personas humanas y
al respetarlas y amarlas en sus
proteiformes manifestaciones estamos colocando en el altar que merece la
persona humana y las comunidades sin distingo de razas.
Entre más se
permita que la cultura se empape de los métodos de la ciencia es probable que
más hermandad, justicia y dignidad se promueva entre los humanos.
Sábado,
11 de julio de 2015
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