humberto rey v

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lunes, 11 de abril de 2011

Capitulo 1 Dinosaurios.enfermos y doctores

CAPITULO 1 LA MEDICINA Y LA VIDA………………………………………………2

CAPITULO 2 DARWIN Y LA SALUD…………………………………………….23

CAPITULO 3 DOCTORES Y CLINICA………………………………………………..38

CAPITULO 4 CÉLULAS MAGICAS, CELULAS MADRES……………………..53

CAPITULO 5 LOS SENTIDOS Y LA CONCIENCIA………………………………61

CAPITUULO 6 MICROBIOS E INFECCION……………………………………….73

CAPITULO 7 LOS PARASITOS Y LA VIDA MODERNA……………………….87

CAPITULO 8 SEXO…………………………………………………………………………95

CAPITULO 9 EVO-DEVO………………………………………………………………105

NUEVA TEORIA DE CRECIMIENTO Y DESARROLLO……………….105

CAPITULO 10 EPIGENETICA Y DESARROLLO………………………………..116

CAPITULO 11 MALFORMACIONES Y HERENCIA………………………….125

CAPITULO 12 OBSTETRICIA CIENTIFICA………………………………………137

CAPITULO 13 RECIEN NACIDOS Y VITALIDAD………………………………152

CAPITULO 14 ANESTESIOLOGIA, DOLOR, EVOLUCION…………………159

CAPITULO 15 CIRUJANOS, TRASPLANTES Y VESTIGIOS EVOLUTIVOS……………………………………………………………………………….168

CAPITULO 16 ONCOGENES Y CANCER…………………………………………177

CAPITULO 17 EL ASOMBROSO SISTEMA NERVIOSO HUMANO……184

CAPITULO 18 ENVEJECER, MORIR Y EVOLUCION……………………….198

BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………….211

CAPITULO 1
LA MEDICINA Y LA VIDA

Somos animales racionales. En la mente, y en la biología evolutiva están las causas de la enfermedad y muerte que la medicina quiere curar y prevenir.

Los prehomínidos como especies animales vivas se enfermaban y morían. No tenían médicos o curanderos porque la biología evolutiva y la selección natural sin humanismo ordenan Vivir, Nacer, Reproducirse y Morir.

No había capacidad mental ni conciencia fuerte para alterar los designios desconocidos en su origen. La situación de los humanos en cuanto a curar sus enfermedades era comparable a lo que hoy sucede con los animales en su hábitat natural.

Desde la aparición de los primeros rasgos humanos, se documentan artes curativos para dolencias y enfermedades.

En el periodo neolítico hace unos 10.000 años aparecieron los curanderos que trataban de contrarrestar influencias malignas, como lo atestiguan cráneos fósiles, con trepanaciones que pueden ser datadas para esas lejanas épocas con el isotopo del carbono catorce.

La enfermedad y la muerte han sido y seguirán siendo una constante del trasegar vivencial de la especie bípeda y parlante que como característica primordial de sus inquietudes intelectuales y valores busca la trascendencia, interroga y responde.

Las especies vivientes (bacterias, hongos, virus, insectos, artrópodos, vertebrados) se enferman y se mueren. La mayoría no tienen cementerios ni entierran sus cadáveres.

Solo los pensadores y soñadores humanos, al añadir la cultura a la sobrevivencia biológica entierran a los muertos y rinden homenajes efímeros a aquellos que por cualquier razón no desean que desaparezcan de la memoria colectiva.

Las flores para los enfermos y muertos son poesía y emociones ante el sentir de la enfermedad y ante la incógnita de cual será nuestra morada, si hay alguna, después de las vivencias terrenales.

Nuestras circunvoluciones cerebrales quisieran, con el arte, lo mítico y lo mágico borrar esos destinos obligatorios desconocidos para mitigar las angustias y preguntas.

La medicina amaneció cuando salió el sol cultural que agregó la conciencia y la mente al devenir biológico de esos primates homínidos.

Las grandes preguntas humanísticas tienen que ver con interrogantes en el área biológica. Las hacemos a menudo. Merecen nuestro silencio con respecto a otras opiniones diferentes si no podemos responderlas con la ciencia moderna.

Enterrar a los muertos

El culto a los muertos apareció cuando los humanos empezaron a pensar y a hacer elucubraciones ligando lo que querían conseguir, con lo que les daba la vida.

Imploraban conocimientos a lo desconocido mediante rituales y ceremonias que no ejecutaban ninguna otra de las especies vivientes. Entre lo que pedían tenía que estar el que estuvieran libres de enfermedad y que la vida fuera larga y placentera.

Coinciden la aparición de estos ceremoniales con el agrandamiento de la masa cerebral, cuando hace muchos siglos lo que llamamos cultura, u obrar humano se fundió en un solo bloque con la evolución natural en la cual viven y mueren los animales, hongos y microorganismos que respiran, utilizan energía, se reproducen y mueren sin que tengan la conciencia, por lo menos tan evidente como los humanos, de la eclosión vital con sus gozos, quejas y diversidades.

Milán Kundera, el gran escritor checoeslovaco, enfatizo’ en su libro “La levedad del ser” que andamos en busca de la inmortalidad y creemos vivirla cuando aceptamos las ideas de alguien que murió hace 100 años o rendimos reconocimiento a los adelantos científicos que se vivieron en siglos pasados.

Si un elefante mamut que vivió hace cien mil años resucitara en el 2011, con relativa facilidad, reconocería a sus descendientes elefantes que andan en cuatro patas, olfatean, carecen de tecnologías propias y no se quejan sino que braman de dolor.

Pero no ocurriría lo mismo si un Cromañón o un Neanderthal, antepasados nuestros lo hicieran.

Se asustarían de ver a sus tataratataranietos del siglo XXI, en carros de lujo, volando en aviones sin tener alas y hablando palabras a distancia con otros congéneres por sus teléfonos celulares y por internet mientras sus prehistóricos padres o madres gesticulaban y emitían sonidos guturales ante su clan primario o manada.

Entre la cultura animal y la humana se ha establecido una enorme diferencia en gran parte debida al desarrollo cerebral que permitió el lenguaje y la aparición del pensamiento científico y tecnológico.

El Humanismo apareció, no se sabe con exactitud cuándo, incorporándose en forma paulatina al homínido primitivo.

Entre 50.000 y 200.000 años atrás apareció el Homo Sapiens nuestro antepasado lejano de una Eva africana. Es difícil precisarlo, pero este acontecimiento tiene relación con la aparición del lenguaje y con la representación simbólica.

Para que surgieran los aspectos culturales de nuestro sistema nervioso tuvieron que darse cambios biológicos, millonarios en años, como la bipedestación, cambios en faringe y laringe que facilitaron la modulación de la voz y la instalación paulatina dentro del sistema nervioso (¿?) de la conciencia humana pensante y actuante, por las asociaciones neuronales, que empezaron a entramar sensaciones, conocimientos, mitologías, valores y sentido vital para dar paso a los primeros humanos.

Se sabe que hay unos veinticinco tipos diferentes de homos antes de que apareciera el Sapiens de donde evolucionamos y ya se han encontrado mutaciones neandertales en los genomas de cromañones antecesores del homo sapiens.

Podemos mencionar algunos como el Habilis, el ergaster, neandertales y cromañones. Ellos sucedieron a los australopitecos en la línea evolutiva nuestra.

Descripción: Descripción: E:\Imagenes\SCANNER\imagenes nuevas\CROMAGNON 2-2.pngDescripción: Descripción: E:\Imagenes\SCANNER\imagenes nuevas\neandrethal.jpg Cromañón Neanderthal

La evolución biológica en los homínidos se ha modificado de la mano de la evolución cultural desde cuando ocurrió el gran crecimiento y desarrollo del sistema nervioso central, entre hace 3 millones de años y nuestro siglo XXI.

El futuro es incierto para predecir qué sucederá con las dos evoluciones tan de la mano una con otra, y entre las bombas atómicas “culturales” que fabricamos y las mutaciones selectivas o aleatorias que sufren nuestros genomas es difícil, por no decir imposible, vislumbrar cómo serán nuestros descendientes en el siglo XXII.

La medicina tiene sus argumentos para colaborar en la aparición del nuevo hombre evolucionado a partir del homo sapiens.

Serán hombres distintos porque no solo conocerán los procesos evolutivos de ellos si no que podrán colaborar para cambiar su propia evolución como sucede en los distintos campos de nuestro diario vivir.

Es tan importante recordar la cultura como reconocer nuestra ascendencia animal y unirlas en un solo bloque de conocimientos para poder ejercer una medicina integral preventiva y curativa porque el hombre a diferencia de otras especies animales logró meterse en su mente y conciencia, sus posibilidades biológicas y existenciales y corregir los designios antes inescrutables de enfermedad y muerte.

Hace 200 años, a finales del siglo XVIII, solo se salvaban de las garras del cáncer unos pocos, por causas desconocidas, que hacían pensar en milagros. Hoy hay muchos procesos genéticos y ambientales que se conocen están ligados al cáncer y en corto tiempo la prevención será más importante que la misma curación de tumores malignos.

Hoy gracias a las terapias innovadoras y a las cirugías bastante seguras, se salvan de morir más de un sesenta por ciento de estos enfermos.

Mucho tienen que ver en canceres y muertes prematuras las expresiones genéticas por mutaciones y los ambientes ecológicos no convenientes que propician la expresión de oncogenes.

Las infecciones hasta el advenimiento de los antisépticos y antibióticos mataban en el siglo XIX una gran cantidad de humanos. Hoy existe control para algunas infecciones pero han aparecido nuevas enfermedades infecciosas, porque querámoslo o no, es imposible pasar por encima de la evolución y de la selección natural. Las bacterias son inexpugnables en el mundo microscópico. Hay que aprender a vivir con ellas combatiéndolas a veces. Las bacterias coevolucionan con las otras especies vivientes.

Este libro trata de mostrar, en forma ligera pero documentada, las grandes trasformaciones que ha experimentado la medicina llamada alopática con la colaboración de la ciencia y dependiendo de dos procesos evolutivos, ambos importantes: el natural y el cultural.

El siglo XXI dará gratas sorpresas en el arte de prevenir y curar enfermedades y muertes. Si seguimos embarcando el humanismo curativo, de vieja data, en las nuevas naves de la tecnología y de las disciplinas científicas la evolución biológica y la cultural se ayudarán entre ellas para llevarnos a un Homo Sapiens renovado y sano.

El devenir de la humanidad está cifrado en la calidad de expresión del material genético. Esta operación la facilitan nichos ecológicos y ambientes apropiados que impulsan los genomas, de los Homo Sapiens, a expresarse con plenitud en fenotipos que continúen ese maravilloso polimorfismo que nos hace tan distintos y tan parecidos unos a otros a las personas que compartimos cortos periodos vitales como seres pensantes con ideas, credos y tolerancias diferentes, pero no excluyentes.

Cada generación humana por su simple cortedad de vida debería ser solidaria con los otros seres que comparten sus acontecimientos y su tiempo.

Es innegable que el gran avance cultural, ha ejercido influencias en la salud e impacta la evolución biológica.

El conocimiento científico evolutivo no aceptaba antes del fin del siglo XX la influencia de los elementos culturales en la evolución natural. Esto confundía el proceso evolutivo humano que necesita de Natura y Cultura, con el determinismo genético que solo admite la acción selectiva de Natura como ocurrió en la edad de piedra y como ocurre aun en una gran mayoría de especies animales vivientes.

Hoy esa visión de filosofía natural determinista que puede producir monstruos políticos como el nazismo o los racismos, por fortuna, es cuestionada y refutada por la ciencia al admitir que los nichos ecológicos o epigenesis, junto con los genes modelan nuestras formas corporales y nuestros pensares y conciencias.

A finales del siglo XIX en pleno florecimiento del determinismo genético, Spencer al ligar evolución con las ideologías, de derechas políticas, terminó retardando la aceptación del Darwinismo como explicación científica de la continuidad de la vida y como una ruta para buscar el origen de ella.

La evolución humana está cimentada sobre cambios que se dan en el área biológica y genética los cuales admiten hoy acciones terapéuticas antes inimaginables. Se ocasionan por influencia de natura y sus genes y cultura con la ecología y ambiente. Pueden ser evitadas y minimizadas enfermedades, por la medicina preventiva con enfoque social que entrelace lo heredado con lo ambiental que daña.

Existen propuestas de manipulación genética y celular unidas a otras acciones socioecologicas para evitar mutaciones genéticas negativas y problemas epigeneticos no deseables causas de enfermedad y muerte.

El ambiente de adaptación de los humanos puede ser vivo como el útero o matriz durante la vida fetal y la simbiosis con bacterias en la piel e intestinos en la vida postnatal, o puede ser inanimado y no vivo como sucede con el clima, la temperatura, la luz u obscuridad de un determinado lugar de la tierra y las radiaciones energéticas que recibimos en forma permanente, sean eléctricas, magnéticas, químicas o físicas.

El que tenga alguna duda sobre las mutaciones genéticas causadas por las trasformaciones ambientales solo tiene que mirar las grandes alteraciones morfológicas y funcionales que se produjeron en personas y animales en los sitios donde estalló la bomba atómica, en Hiroshima y Nagasaki, y las apariciones de malformaciones por mutaciones genéticas producidas por el ambiente inadecuado para el vivir animal o humano.

La pobreza en algunos países hace que se duplique y cuadruplique el número de recién nacidos con bajo peso al nacimiento y con problemas de adaptación a la vida extrauterina e incrementa el número y la variedad de malformaciones genéticas.

Si queremos tener grandes países y personas debemos preparar un ambiente adecuado, lo más cercano al ideal, para los nacimientos humanos. Esta preparación empieza con la educación a las futuras madres y con su protección biológica contra riesgos desde el momento en que las niñas nacen. Lo femenino es un pilar clave en el desarrollo humano y la mujer para ser una madre excelente debe descollar tanto en lo reproductivo como sucede en las otras especies, como en lo personal y único que las vuelve humanas.

Hoy existen estudios que demuestran que el cerebro humano sufre deterioros si la pobreza impide estimularlo como se debe. Es indudable que la educación enriquece la evolución biológica al evitar eventos epigeneticos no deseados, y facilitar la mejor expresión social de los genotipos y fenotipos.

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Hombre y futuro

El arte de curar a otros puede considerarse como uno de los más antiguos servicios comunitarios desde que se alejó la prehistoria al entrar en las civilizaciones arcaicas.

Entre la biología molecular, la nueva genética y la medicina preventiva basada en los marcadores para enfermedades que pueden hallarse en épocas presintomaticas de las enfermedades podría surgir una nueva profesión médica en este siglo XXI con más compromiso social y menos ligada a los mercados y a la comercialización.

La curación de la enfermedad, en épocas prehistóricas, antes de la aparición de los primeros escritos, hace unos 4.000 años, en sus formas cuneiformes en Caldea, dependía en gran parte de implorar a lo desconocido e inescrutable (lo sagrado) sobre las posibilidades de sanación. Estaba ligada a la magia, a la sacralidad y metafísica imperantes.

Se pedía a lo Ignoto el don de la salud y las suplicas eran ardientes cuando la enfermedad aparecía en esas vidas primitivas.

Es posible elucubrar que algunas tecnologías sencillas como la ruptura de abscesos y el manejo de traumas y las inmovilizaciones para el dolor se practicaban en forma sistemática, pero cualquier observación lleva a recordar que el promedio de vida humana era de 20 a 40 años hasta hace unos siglos.

La mortalidad materna podía ser cercana a un 25% en el año 1800. La cabeza humana con su Sistema Nervioso gigantesco sobrepasaba los cálculos de salida por los estrechos de los canales pélvicos que evolucionaron del mundo primate y australopiteco al Homo Habilis.

En los tiempos de asirios, caldeos, y babilonios, cuando aparece el código de Hammurabi, que legisla sobre la atención en salud, se nota la mezcla entre lo mágico, lo sobrenatural y algunas drogas y tecnologías de la época para constituir una cultura medica que en una u otra forma se afianza en cada una de las civilizaciones del mundo antiguo.

Los egipcios 3.500 años antes de nuestro tiempo dividen la Medicina en aquella que compete a los hombres vivientes y que trata de mantener la vida humana de este planeta y la medicina de la muerte en donde se preparaban los cuerpos de los que fallecían para el viaje infinito después de esta vida terrenal en los cielos, avernos, y paraísos estipulados en las ideas míticas de religiones y civilizaciones.

En la medicina para los muertos se efectuaban procedimientos como la momificación de cadáveres, para alistar el último viaje que lleva a los mortales a lugares en donde moran los que han sobresalido en sus comunidades y merecido por sus logros y trabajos la vida perenne.

En esos arquetipos terapéuticos rituales pueden verse toda clase de manejos desde el canibalismo para adquirir las cualidades del moribundo hasta sacrificios humanos y de animales para implorar por la salud a las deidades incuestionables e inmisericordes, algunas veces ni siquiera bien definidas o caracterizadas.

Los romanos, griegos, y los pueblos bárbaros en la mayoría de casos fusionaban las prácticas de curar con inquietudes metafísicas y religiosas. Allí aparecieron los augures y magos que junto con algunas pócimas mezclaban lo inentendible de las enfermedades con los deseos curativos de los pacientes.

Las sintomatologías psicológicas de los enfermos humanos constituyen un buen porcentaje de las quejas ante los curanderos y médicos empíricos. Los resultados coincidían con las expectativas e iban ligadas al deseo de sanar.

Este pensar con el deseo, que confronta a la objetividad y nos vuelve subjetivos, dificulta el medir con exactitud la eficacia de los programas curativos y preventivos que se promueven.

Todo lo que se asevera en los párrafos previos pretende demostrar que la medicina solo hace unos pocos años, no más de 200, entró en el campo de LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA con su nuevo postulado de que solo lo falseable es lo verdadero (1970) como lo propuso Karl Popper.

La entrada hacia lo científico se inició en la medicina hospitalaria del siglo XVIII. En el mundo occidental la medicina como profesión empezó a enseñarse en las universidades hacia 1800.

Más que clasificarla como ciencia, LA MEDICINA en su conjunto es una disciplina humanística, un arte y oficio.

Hoy tiene sus bases conceptuales en ciencias como la nueva biología basada en la evolución natural, la anatomía con su enfoque moderno de crecimiento y desarrollo, la fisiología y función celular con los experimentos hechos en bacterias y microorganismos para luego ser aplicados en humanos, la nueva genética con su genoma completo en donde pueden descubrirse riesgos de enfermedades, la biología molecular y en tecnologías novedosas derivadas de la ciencia como las cirugías, la anestesiología, la farmacología, la enfermería y las terapias de diferentes denominaciones.

Si uno anota que la biología moderna y la genética no llegan al segundo siglo de ser ciencias puede entender la capacidad renovadora de ellas en la medicina de este año 2011 y de los años venideros.

El buen médico ha necesitado siempre buenas relaciones humanas, y capacidades de comunicación y liderazgo social.

Solo desde hace un siglo necesita un uso crítico de los conocimientos y una mirada científico tecnológica de su profesión.

Si se incursiona en el humanismo lleno de inconsistencias no comprobadas que son las tradiciones que nos hacen comunitarios y gregarios, emocionales y familiares se corre el albur de errar a menudo y los errores en el arte y tecnología de curar a veces se pagan con la vida de alguien.

Lo cultural y lo científico tecnológico deben ocupar partes iguales en la enseñanza de las profesiones que competen al cuidado, promoción, prevención y terapéutica de la salud humana. Es peligroso hacer terapias no comprobadas por la ciencia y en ocasiones algunas drogas probadas deben retirarse cuando aparecen efectos secundarios después de salir a los mercados.

Se podría decir que el equipo de salud ideal debe promover una verdadera trama entre las ciencias naturales bastante matematizadas y las ciencias sociales llenas de postulados y paradigmas que cambian rápido porque son especulativos.

La formación universitaria para el equipo de salud es reciente, quizás comenzó en Alemania con las universidades que incorporaron la investigación a la enseñanza del arte de curar y comprende el bagaje científico y humano mínimo para moldear profesionales en técnicas y terapias dentro de un marco cultural que permita comprender al que sufre y consolar al paciente cuando la biología traza sus dolorosos caminos de enfermedad, secuelas y mortalidad.

Esta formación interdisciplinaria y multidisciplinaria para el personal que trabaja en el equipo de salud no tiene aun 200 años de haberse institucionalizado en Universidades occidentales, iniciándose en EEUU y Europa. Cada vez se vuelve más obligatoria su conveniencia y aplicación cuando hablamos de SALUD HUMANA.

Su legado y práctica se ha generalizado en todos los continentes entremezclado con saberes locales culturales, interesantes, como la medicina china, árabe, o japonesa que incorporan un sentido holístico y cuánticos a la llamada medicina occidental.

Desde que Leeuwenhoek descubrió los pequeños animalículos que se movían en una gota de agua hace tres siglos y los llamo microbios, desde cuando Pasteur y Koch en el siglo 19 describieron las primeras bacterias y mostraron su causalidad en la trasmisión de enfermedades, desde que se aceptó la unión del ‘ovulo y el espermatozoide para producir un Cigoto que será un bebe recién nacido en el parto normal, hasta los últimos conocimientos nuevos, cercanos al año 2000, sobre clonaciones animales, genomas comparativos y trasplantes de órganos entre pacientes ,día a día, se enriquece el caudal científico biológico de la medicina occidental hasta un punto que en cada momento se describen más tecnologías y procedimientos derivados de las diferentes ciencias.

El manejo medico con visión biológica molecular, genética y tecnológica solo se ha consolidado poco a poco en el siglo XX.

Este libro pretende mostrar las ocasiones en las cuales aspectos evolutivos se involucran con las diferentes especialidades médicas.

Quiere enfatizar la conveniencia de que todo el equipo de salud mire hacia la evolución y sus mecanismos, la selección natural y las mutaciones genéticas, como una fuente de enriquecimiento en el conocimiento de la salud y enfermedad, aunque se piense que no tiene una utilidad práctica inmediata en la clínica.

La historia ayuda a conocernos como humanos y la historia del cuerpo humano y de la mente y conciencia, objetivos del arte de curar, empiezan con el proceso evolutivo. La gran paradoja vital es que el genoma que nos da la vida intrauterina, nos la quita ayudándose para ello del ambiente vital.

Se sugiere lo ligado que están el espíritu y la mente con lo biológico humano y animal en actividades curativas y preventivas de enfermedades y muertes. Manejos terapéuticos basados en el empirismo ceden su campo a curaciones respaldadas por verdades relativas que se pueden someter al rigor falseable de la ciencia.

Quizás Michael Foucault fue el que en su libro “El nacimiento de la Clínica” expresa mejor la relación que hubo entre la aparición de los hospitales y la introducción de aspectos científicos en los manejos médicos.

En el siglo XVIII cuidaban de la salud médicos, cirujanos y boticarios. Los dos últimos tenían una preparación artesanal y carecían de conocimientos sobre biología y filosofía natural. Los médicos desconocían el fantástico mundo de la microbiología.

Basta en pediatría mirar los grandes adelantos logrados en Vacunación. Se han hecho desaparecer plagas como la viruela, que hasta 1958 produjo mortales epidemias gracias a la genialidad de Janner, inventor de la primera vacuna, a finales del siglo XVIII sin saber que ella contenía materiales virales y que su acción preventiva de la enfermedad se debía a un principio ligado a la evolución de microorganismos.

Hoy existen esquemas de vacunación que han logrado disminuir a su mínima expresión problemas sanitarios que producían gran morbimortalidad como el sarampión, la tos ferina, las hepatitis A y B, el tétanos y la tuberculosis con sus complicaciones mortales y consecuencias adversas para los sobrevivientes.

Las vacunas de ADN aunque están en fase experimental para humanos ya se usan contra algunas enfermedades en animales. Serán útiles cuando se compruebe su seguridad.

Las soluciones a problemas de morbilidad siempre conllevan a la aparición de otros problemas. Así puede entenderse la resistencia a los antibióticos. Las bacterias se defienden de lo que nosotros tratamos de hacerles para que ellas se enfermen y se mueran. Antes de que apareciera el primer antibiótico nadie podía prever las monumentales resistencias bacterianas. Ahora mueren enfermos por infecciones producidas por bacterias resistentes a antibióticos. Los tratamientos se complican día a día porque los microorganismos evolucionan más rápido que las investigaciones para nuevos fármacos.

La alergia a medicamentos es una reacción de nuestro sistema inmunológico a proteínas extrañas a su propia constitución. Va en aumento a medida que más drogas se introducen como terapias novedosas. Cada vez que nos ponemos en contacto con una proteína extraña se abre la posibilidad de una reacción alérgica.

En épocas prehistóricas, los parasitismos ineludibles, inhibían las reacciones inmunitarias indeseables, que hoy parecen incrementadas con la aparición de alergias. En los países desarrolladlos hasta en un 10% de la población sufre de asmas y eczemas mientras que estos problemas de salud son raros en poblaciones primitivas.

Vale aclarar que se observan fenómenos alérgicos en poblaciones de perros y gatos domesticados, sometidos a los rituales de aseo e higiene de nuestras culturas humanas.

La aparición de epidemias de infecciones que no tienen un tratamiento adecuado es uno de los desafíos para la medicina del presente y futuro. El Sida, el Ebola y la influenza porcina y aviaria que se mueven por los continentes gracias a las facilidades del trasporte aéreo son retos para nuevos descubrimientos terapéuticos.

Todo esto lo entendería con facilidad el neófito estudiante de medicina, si antes de su práctica clínica, estudiara las verdades científicas de la evolución natural y de sus mecanismos de selección natural y mezclara la biología molecular, el crecimiento y desarrollo, el envejecimiento, y la nueva genética con aspectos diversos de su práctica profesional clínica.

Los fundamentos científicos fisiológicos del almacenamiento y circulación del agua corporal y su homeostasis conjugada con el equilibrio electrolítico de Na, K, Cl, Ca han permitido las rehidrataciones orales en los niños salvando miles de vidas en una combinación entre lo cultural y lo científico ideal en la práctica médica. Este es uno de los geniales enfoques terapéuticos exitosos del pasado siglo XX. Ya se está llegando a un estudio sistemático del metabolismo mediante computadores para desentrañar sus esquemas, similar al que se ha llevado a cabo con los genes y que llevo’ al descubrimiento del genoma.

El médico del futuro tendrá que analizar entre sus papeles de la historia clínica los riesgos de enfermedad de cada paciente según su propia genómica lo muestre. Dentro de unas décadas deberá analizar la homeostasis y metabolismo personalizado en igual forma.

Pareciera que desde los albores de la ciencia cuando Descartes dijo pienso luego existo y cuando Francisco Bacón proclamó el método científico, el arte de curar y promocionar la salud, se une más a la razón y descarta mitos y procedimientos mágicos o metafísicos en las terapias.

Hoy en 2011 la tecnología diagnóstica y terapéutica tradicional, que se limitaba a unas cuantas drogas y a algunos procedimientos, rebasa las expectativas del consultorio médico para convertir a los integrantes del equipo de salud en promocionistas, preventores, y terapeutas humanistas con conocimientos de alta calidad científica y con un enfoque holístico terrenal, no mágico ni metafísico.

Además de las dosis de humanismo y sociabilidad el futuro medico necesita estructurarse en las disciplinas que tienen que ver con la vida y sus inicios como son las nanotecnologías, un poco de la física cuántica, la genética y epigenetica, el Evo Devo como motor del crecimiento y desarrollo humano, la evolución natural, la selección natural y la Proteomica etc.

Puede haber médicos de consultorios, émulos de los famosos médicos descalzos necesarios para el manejo de la lucha contra la pobreza y sus enfermedades, pero se necesitan médicos académicos científicos para que la salud latinoamericana sea privilegiada con sobrevivencia con calidad humana en todas las clases sociales.

La medicina día a día cuando se funda en ciencia y humanismo requiere más evidencias y necesita de la colaboración y enfoque multidisciplinario con cantidad de ciencia natural en sus currículos.

La informática se ha puesto al servicio de la salud a través de la Bioinformática.

Ayudarían a la formación médica estudios sobre la dignidad humana basados en la premisa de que al menos por ahora, somos la única especie animal que puede opinar de forma oral y por escrito sobre su bienestar y expectativas presentes y futuras.

Entre menos difieran los caminos sociales de la medicina y sus visiones coincidan más con los postulados de las ciencias naturales, más fuertes serán sus capacidades para prevenir la enfermedad y para curar.

La práctica y teorías médicas necesitan nutrirse de ciencias naturales y humanas para no caer en los milagros y sanaciones míticos y mágicos.

Esto solo lo puede llevar a cabo un currículo docente que articule las nuevas teorías científicas sobre la vida y su aparición en la tierra con un humanismo, aterrizado en el planeta tierra, que sea capaz de volvernos dignos en los momentos y espacios en que trascurre la corta existencia terrenal .

Aun se desconocen las mutaciones que repercuten en los valores humanos sobre los que nos movemos, actuamos y moralizamos pero a cada minuto es indudable que la ciencia ocupa terrenos que antes pertenecían a las fantasías explicadoras de las vidas y cosas.

Al pensar en la vida y su polimorfismo debemos revisar la muerte y nuestras visiones de ella porque como alguien dijo pensar en la vida sin hacerlo sobre la muerte no tiene sentido alguno.

En una mirada biológica científica solo vive lo que se muere.

Diversidad de rostros o polimorfismo

Por buenas que sean las terapias escogidas siempre habrá un momento en que ellas ya no se justifiquen y llegue la hora de morir, ineludible para los seres vivos. Los humanos logramos a punta de invenciones y reglamentaciones alargar con calidad nuestras vidas terrenales pero ese punto de alargue no llega a un siglo.

Ya se pronostican los 120 años de promedio vital en tiempos venideros, ojala’ así sea, si ocurre con buena calidad de vida.

La muerte está ligada al proceso evolutivo. Si se hace un recuento de las especies que han existido se nota la gran cantidad de ellas que han desaparecido y como otras brotan en espacios de tiempo variables.

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Dinosaurio

Los Dinosaurios, extinguidos recuerdan con sus fantásticos cuerpos cómo cambia lo vivo.

La mirada evolutiva debe hacer entender que hay momentos en que curar se vuelve un imposible y es inconveniente para el grupo social y para los individuos.

En las agonías humanas, la cultura debe primar y el equipo de salud debe tener planteamientos claros según las opiniones individuales de cada paciente. Las creencias y visiones sobre la muerte y el más allá deben ser respetadas y toleradas por todos. El bien morir es una parte importante del buen vivir de cada uno de nosotros.

Cuando se investiga como la apoptosis o muerte programada es una parte de la vida celular, se entiende como la muerte es respetable en el vivir humano.

Los finales deben ligarse a las creencias que permitieron sentir, pensar, valorar y unir todo lo vivo sobre el planeta tierra.

Al nacer continuamos la vida y al morir es igual de difícil aceptar la desaparición de la tierra, sean las que sean nuestras visiones de ultratumba y de los paraísos y edenes.

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